Sevilla F.C - F.C Oporto: Un escudo de carne y hueso.



No sé cómo explicarte. Tal vez haya que estrujar con las fuerzas de tus años los libros de historia para que de ellos salga la tinta que retrate tu escudo... pero ni sé cómo explicarte ni quiero saberlo, porque precisamente ese motivo es lo que lo hace mágico, especial, diferente a otros sentimientos de quita y pon.

Y ayer voló de nuevo por Nervión otra noche a ciegas, otra noche en la que se aunaron los sueños por venir con la realidad más aplastante. 30 minutos bastaron para que Europa ponga una pica en el sur de Andalucía y no se le marchite jamás esa "mujer fugitiva con siete letras". Porque sobre el césped del Ramón Sánchez Pizjuán se vivió la pasión hecha fútbol. 11 jugadores que eran uno y todos a la vez. Con el escudo en la boca: presionando, corriendo, defendiendo. Fue una primera parte perfecta con un Bacca espectacular que ya suma 20 goles, con Vitolo matriculándose cum laude... y Rakitic. Pero también hay que acordarse de otros más secundarios: el partidazo de ayer de Fernando Navarro, (de él viene el segundo gol) el muro infranqueable que están formando Pareja y Fazio, la gallardía y cojones de Carriço, el inagotable M'bia. Y a Unai lo que es de Unai, este entrenador que ha conformado un auténtico equipazo. Competitivo, valiente y seguro.

Tan sólo la estúpida expulsión de Coke pudo embarrar la fiesta. Pero la de anoche era una de esas noches que ya tenían escrita desde el tercer anillo. Aquellos que se fueron a convencer a los dioses para que se reencarnen en sevillistas. Era otro jueves inexplicable. De esos en los que nos atamos las botas con las letras que filtrean en nuestro escudo. Ayer daba igual el rival: si el Oporto, el Shalke, el Madrid...  importa poco el que esté enfrente siempre que tú quieras.

Gameiro le puso la llave al coliseo de Nervión, los escudos que fueron carne y hueso durante todo el partido se volvieron a multiplicar, volvieron a sumar de 4 en 4 y las venas blanquirrojas se ensancharon para que cupiera este sentimiento que sólo tiene un nombre con siete letras... no hace falta que lo diga.


Foto de Antonio Pizarro. Diario de Sevilla.

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