Del Tartiere a la gloria 1997-2017


El Tartiere vio nacer a la estrella que brilla más en el sur. Al sol que calienta más en Andalucía. Al ejemplo de sevillanía que hace rodar más cabezas que balones sobre un césped de algún color. Veinte años, como veinte siglos en el paraíso real: con infiernos incluidos.

Las lágrimas que se derramaron en Oviedo fueron recicladas en la fuente de la eterna juventud de la que bebimos todos los sevillistas. Supimos que aquella teta no emanaba agua, emanaba gloria que por algún lado tenía que romper. Y rompió.

Mamamos de las mejillas de nuestros mayores que lloraban al decir ¡Viva el Sevilla! Y la humildad se puso de nuestro lado y la mediocridad quedó en el arcén del pasado. Todo volvió a ser lo que siempre debimos ser. El conformismo te lo guardas en el bolsillo del vaquero, que el equipo que lleva el nombre de esta bendita ciudad, debe estar a su altura.

Y el tiempo se paró en un ¡Sevilla hasta la muerte! cuando el balón decía que sí, que hoy sí iba a entrar con las orejas bien grandes para escuchar miles de gritos de un gol. Al unísono. Que tiemble el hormigón y que tiemble Sevilla.

Veinte años de éxitos deportivos, de celebraciones: ascensos, Europa y lo demás ya lo saben aquellos que nos llaman sevillistas desde 2006. Ese año se les quedó grabado en el trasero como un cerdo es marcado a fuego vivo. Mugid, verracos con be de burros. 

Ay, ¿dónde quedó aquel Sevilla de alto techo antiguo? 
Si tu escudo es el mismo y mismos son tus corazones. 
Ay, ¿dónde quedó aquel Sevilla que no daría de comer? 
Cierto es, pero el Sevilla ha dado mucho que mamar.



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