Se va el vapor


Era imposible escribir con la bilis rodeándote el cuerpo tras la dolorosa eliminación del martes. Con el corazón desperdiciado por todas partes sin encontrar un minúsculo sentido para elaborar un mínima reflexión.

Hacía tiempo que el cabreo no se instalaba en Nervión. El cortocircuito del equipo y también de su entrenador se convirtió en eclosión el martes donde todo lo que puedo salir mal, salió mal. Porque el problema se veía venir desde hace semanas. Desque aquellos partidos que ganábamos no por nuestra presión asfixiante ni por las oportunidades creadas, sino por el balón parado, por una buena actuación del portero o por la inercia ganadora. Se dejaba ver que no nos estaba sirviendo el tonteo mediocampista que crea un peligro de ficción, aquel que parece que atacas pero sólo te paseas por el área sin que nadie tenga la cruel osadía de tirar a puerta.

Si a todo ese gazpacho de sensaciones se le une la apatía y desidia de los jugadores el caldo nos sale evaporado. Porque es en los partidos de nivel cuando se ve si un equipo, una plantilla o un entrenador saben darle al camino andado un epílogo consecuente. El martes había que escribir sobre historia de Europa, esa que esperaba a su niño mimado con la ilusión de una temporada excelsa, pero creamos los renglones torcidos en la ida y los cuartos se fueron resbalando sobre nuestra conciencia de pena máxima.

Entre un Nasri indolente y torpe, un N'zonzi atorado y perezoso (el penalti es la mejor crónica)  un Vitolo que no se dio cuenta que el partido demandaba menos regate y más cabeza o un Sampaoli que no supo insuflar el aire agitado de sus pulmones a los jugadores, nos matamos nosotros mismos.

Y el vapor se va diluyendo semana va semana viene. Hay una empanada mental y física que debió de diluirse en el mismo momento en que se pisó suelo sevillano para transformar el desasosiego en cuatro letras marcadas en rojo sobre la cabeza de cada uno: LIGA

P.D: De paso vamos a recuperar el grito silenciado, reconvertir a una afición de cartón piedra y hacer bullir a las masas. Aprovechar el abismo que okupamos y repintarlo de historias no tan lejanas pero sí muy nuestras, de aquellas que nos repateaban el estómago hasta crearte esa úlcera de placer que sólo se apaga cuando te preguntabas... ¿y si la ganamos?


Foto de EFE. Diario de Sevilla.

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