Otro comandante
Precisamente cuando más necesitados de líderes estamos, cuando no se oye una voz por encima del resto, cuando el vestuario grita la falta de alguien con el que hablar de los problemas intrínsecos del equipo, se nos va Carriço.
En el peor momento nos quedamos sin esos referentes que hicieron del Sevilla un equipo temido, odiado, envidiado y hasta querido. Hoy sólo nos queda que nos odien.
Carriço era de ese tipo de futbolistas con oficio, presencia y carácter. Su paso por el club quedó reflejado en la celebración del gol ante el Valencia: cara desencajada, rodillas en la hierba y la rabia de todo lo sufrido.
Se va con 3 Uefas, con el el orgullo musculado por la gloria que deja y nos quedamos huérfanos de futbolistas que sepan manejar a un equipo incluso sin jugar, aunque su cabeza esté pensando cuándo se recuperará de esa lesión interminable.
Siempre el equipo antes que él y sus compañeros antes que nadie.
Nos vamos quedando sin comandantes que impidan encallar el barco en el mismo charco de siempre.
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