El ruido y el silencio


Cuando Lopetegui arribó a Sevilla eran una minoría los que subirían a su tren. A pocos les convencía un entrenador que había salido esquildado de la selección, del R. Madrid y que no daba eso que ahora llaman el perfil de entrenador. Cada uno tiene una idea de cómo debe ser el que maneje los hilos, afortunadamente el sevillismo tiene a su cabeza pensante Monchi que decide por todos nosotros. 

El técnico vasco llegó con el ruido estruendoso de aquellos, entre los que me incluyo, que veían a un entrenador pasajero, temporal y encima frío que no probaría el olor del humo de las castañas asadas. De hecho hubo un run run pre confinamiento que le marcaba un ultimátum dado que el equipo no se reponía cuando los partidos pintaban bastos ni sabía manejar los encuentros al ponerse por delante en el marcador. Ni mataba ni sabía sobrevivir. 

Y plantilla había o al menos eso parecía. Pero se fue cayendo el trabajo de De Jong porque no marcaba, En Nesiry seguía sin conducir un balón en condiciones, se despertaban las dudas con el portero (buenos encuentros de Bono) mientras que los nolitos, mudos, escuderos y demás restaban mucho más de lo que sumaban.

Con esas llegó febrero y luego el post confinamiento a donde llegó un equipo adulto, competitivo, sobrio y seguro. 17 partidos con la portería a cero y sólo 6 derrotas. Se engrandeció la defensa con Koundé, Diego Carlos y Fernando. Se esculpió la magia de Banega, se siguió activando el cuenta kilometros de Navas y continuó cazando la bestia Ocampos. El ruido aflojó, empezamos a ver el mérito del entrenador, muy a pesar de algunos que sólo están a gusto en el apocalipsis y comenzamos a ver las estrellas de la champions en las noches pegajosas del verano.

Certificado el billete sólo nos queda el silencio para seguir avanzando. No festejar más allá de los privado porque la exigencia es el plato principal del éxito y aún queda una barbacoa en Alemania.

Foto. sevilla.abc.es

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