Otro verano igual


El calor, la calor… el final de un partido. El fútbol se acaba con un pitido. Árbitro, valiente. Valiente putada que con el VAR ya no se dan patadas. Porque ahora las decisiones se miran por unas tablets que nos han perjudicado en más de una, digan lo que hablen. 

Palabras. Ya no hay errores sin querer y por no haber, no hay ni paradas… a la sombrita, que es más potable, mientras llega el bus. El de línea carmesí, no el verde descapotable. 

El fútbol ha cambiado. Ahora el toca-toca ya no vale pero menos valen los ¡sáquenla! y los patadones. Mil perdones si aquí encuentran un defensor del futbol directo y portería a cero: hay que guardar de invierno la ropa. Porque el momento ha cambiado y ya ni Madrid, ni Barça ganan copas. Pero nosotros volvemos a Europa, ya podríamos estar hartos. Consuelo de tontos que perdimos oportunidades de quedar cuartos.

La calufa llegó (porque el bochorno ya lo pasamos) y la gente saldrá, como siempre, a la calle a La Fresquita. Cuando el sol no apriete tanto: a tirar la basura que nunca reciclo, a dar una vuelta por el carril biciclo o a buscar entre las sombras dónde está el cambio de ciclo.

Ahora llega el tiempo de las ilusiones, de las alusiones a unos y otros. Rajadas. De los potros que venden por sistema jugadores de la nada, sacados de su sien. Marear la perdiz. Pero de eso nos damos cuenta con listas de más de cien, ya no somos afición aprendiz.

Comienza el baile de nombres, los rumores; preparen sus miras y mirillas: ¡Viva el Sevilla!

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